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jueves, 4 de octubre de 2007

Arete y Agoge un currículo inmortal

En tiempos del mundo Helénico el proceso de aprendizaje tenía como estándar o máxima el mundo divino. Los estudiantes se adiestraban para ser tan sabios y tan valientes como los dioses. En Atenas existió un currículo que nació de los poemas de Homero y Hesiodo llamado el Arete. Tratar de imitar la vida de Zeus, ser tan sabio y fuerte como él o imitar el valor de Apolo era el límite que se auto imponía la sociedad ateniense para considerarse educados. Esta actitud los llevó a desarrollar ideas que aún no han sido superadas. Por ejemplo el concepto de la democracia, o su politeísmo que reconocía el poder monoteísta de un Dios supremo por encima de todo Dios o poder natural, son el comienzo de una visión monoteísta que se ya se había manifestado con arraigo en la sociedad hebrea.

El Arete fue el primer intento de conseguir la verdad imitando las virtudes de los dioses, especialmente la virtud de la sabiduría. Es como si el concepto que tenemos hoy de lo que es ser santo, para ello fue sinónimo de ser sabio. Con esta actitud los griegos desarrollaron orgullo por la sabiduría y se lanzaron en primer lugar a través de la fe en Dios y la duda a investigar como es el hombre dotado de su inteligencia natural. Sócrates usando el método de la reflexión concluyó que el ser humano es un ignorante porque se ha olvidado de Dios en su proceso de desarrollo. El aseguraba que el conocimiento se obtiene en el proceso de preguntar hasta recordar el vínculo que tenemos con la divinidad. El le llamó a este proceso la mayéutica

Otro ateniense Platón pensó que las ideas provenían de un mundo divino y que estas ideas entraban en la mente de los seres humanos para que los humanos entendiéramos el mundo. El requisito para advenir a este conocimiento era la disciplina de nuestra mente, de nuestro espíritu y de nuestro cuerpo. Sólo siendo disciplinados podíamos escuchar la voz de la virtud de Dios Por último Aristóteles le dio una herramienta adicional al mundo con el establecimiento de la contemplación como forma de encontrar la verdad y así se inmortalizaron en la historia.

Por otro lado en Esparta el currículo se conocía con el nombre de Agoge. Este se fundamentó en el valor y el arrojo en la batalla. El grito de combate, “preparados para la victoria”fue su máxima filosófica que los obligó a la disciplina, a la resistencia, a desarrollar amor por su patria y orgullo de su origen. En Puerto Rico debemos recordar estos currículos para desarrollar un país parecido a Atenas en su sabiduría y a Esparta en su valor. Les prometo hablar de esto en mi próximo artículo.


Dr. Jorge H. Larrache Aruz

1 comentario:

J. Belén Thillet dijo...

Debemos reflexionar sobre los valores en el currículo, y ciertamente nuestros estudiantes pasan mucho más tiempo fuera de la escuela y en esa, su realidad, aprenden sus grandes lecciones... desde lo moral hasta lo ético. Nosotros los educadores debemos, entonces, ayudarlos a construir su capacidad de conocer lo que es el comportarse "bien" y lo que conlleva el no hacerlo - disciplina. Como postulan Saylor y Alexander, un buen currículo debe tener un buen balance (un punto medio)para lograr que los estudiantes desarrollen ciertas conductas tales como la moral, valores, actitudes, etc.; para poder educar a las tres personas que coexisten en cada uno de nosotros: un ser laborioso, ciudadano y persona privada. Como usted señala en su artículo, "sólo siendo disciplinados podíamos escuchar la voz de la virtud de Dios..." y como indicaba Durkheim, "la conducta moral genuina debe ser cimentada en la razón..." Nuestro reto: construir un currículo que respete la diversidad y la evolución social... buscar nuestro TAO, ya que podría ser la respuesta para cómo vivir nuestras vidas en el Puerto Rico de hoy.

Sumamente reflexivo el artículo.